El refugio del vencejo

Es el aire: la libertad llevada al extremo, la que aprisiona como una cárcel de amor y odio; como el mar a la tierra, el sol al día, el fuego a la noche. Y al final, el resultado es el mismo: el refugio de la carcoma. Cada cual existiendo en su prisión inevitable y amada, gastando la vida en doblones de oro sin valor. Solo vale el brillo, la brisa en el sarmiento. No es el nombre, sino el apodo. Ahora, vuela —o arrástrate— por las galerías carcomidas del alma: el desenlace será el mismo, siempre incierto.

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  • La libertad en extremo es una cárcel sin cancelas, con ventanas sin rejas abiertas al sol. ¿Por qué, entonces, huir de ella? Angustia el vacío generoso, que, sin condiciones, te sitúa al borde del abismo sin instrucciones. ¿Por qué tanta belleza ante mis ojos sino no los dejas parpadear?